RUY GONZALEZ DE CLAVIJO
“No se puede vivir el alma de las cosas sin acercarte antes
a comprenderla” Clavijo a su rey
Enrique III
En el Madrid del siglo XV vivió un personaje tan fascinante
como desconocido, Ruy González de Clavijo, que encabezó la primera embajada
europea a Asia Central.
De González de Clavijo se conoce poco, salvo que nació en
Madrid en el seno de una familia noble, le gustaba ejercitar la poética y
ostentaba un importante cargo de camarero real, o mayor, uno de los más
prestigiosos y lucrativos. Denotaba la absoluta confianza del monarca
castellano hacia él.
El inicio
En el este dos imperios que se encontraban en pleno apogeo
acababan de chocar , el Imperio Otomano, que controlaba la mayor parte de la
actual Turquía, además de Grecia, Bulgaria, Rumanía y Macedonia, con Serbia
como estado vasallo, y el Imperio de Tamerlán(1336-1405), que en tres décadas
de existencia conquistó Persia, Georgia, Mesopotamia, Armenia, parte de los
territorios del estado mongol de la Horda de Oro que comprendían parte de las
actuales Rusia, Ucrania y Kazajistán, e incluso había llegado hasta la India ,
ocupando la región del Punjab. En julio de 1402 los hombres de Tamerlán
derrotaban al ejército otomano en la Batalla de Ankara y apresaban al sultán
otomano Bayaceto I (1360-1403). Mientras,
en la Península Ibérica los cristianos
se empecinaban en la reconquista de lo que una vez fue el reino visigodo hasta
la invasión musulmana de 711, el Reino de Castilla. A partir de entonces
comenzó un largo proceso que los
historiadores bautizaron con el nombre de Reconquista, que se prolongaría hasta
la conquista final del Reino Nazarí de Granada en 1492.
Había en esta época una tremenda sensación de peligro en
relación a los musulmanes, sobre todo en Castilla, gobernada por el rey Enrique
III, quien temeroso de que el reino nazarí de Granada pidiera ayuda a los
turcos, poniendo en peligro los reinos cristianos, decide enviar una comitiva
ante el sultán otomano Bayaceto, con Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez
de Palazuelos . La historia quiso que los
representantes castellanos fuesen testigos de la derrota del sultán por parte
del ejército mogol dirigido por el gran Tamerlán (Timor Lenk).
Debido a la derrota del sultán otomano, los enviados de
Castilla tuvieron que cambiar su plan y dirigirse audazmente al reino de
Tamerlán para presentarle sus respetos y pedir su colaboración y protección
ante el avance turco por el Mediterráneo. Será esto el inicio de la historia
del Marco Polo madrileño.
El gran Tamerlán agradecido por esta sorprendente e
inesperada visita de los castellanos, mandó a su vuelta con ellos a un
embajador timurí para que acompañe al séquito y pudiese a su vez devolver la
visita diplomática a la Castilla de Enrique III. El Rey recibe en Segovia a la
comitiva y al enterarse de la nueva situación en el Mediterráneo decide
estrechar aún más los lazos con Tamerlán y pasar a ser aliados contra el
enemigo en común: Los otomanos.
Temur no tenía especial interés en proseguir sus campañas
hacia Occidente. Su objetivo principal era la conquista de China, y hacia allí
dirigiría sus últimas energías. Mientras tanto, en Castilla se iniciaron los
preparativos para una embajada que obtuviera esa alianza estratégica con los
tártaros.
LA EMBAJADA
CASTELLANA
En la localidad del Puerto de
Santamaría comenzó este periplo, con tres miembros principales: Ruy González de
Clavijo, camarero real; fray Alonso Páez, maestro de Teología de la orden de
los Predicadores; y Gómez de Salazar, guarda real y jefe de la escolta
(compuesta por catorce hombres) que custodiaba las ofrendas para Tamerlán,
tales como telas de escarlata, objetos de plata y los muy apreciados halcones
gerifaltes. Les acompañaba, de vuelta a sus tierras, Mohamad Al Qazl, el hombre enviado por
Tamerlán que había impresionado a la corte del Rey Enrique III por su vasta
cultura.
Ruy González de Clavijo relató aquel viaje en su libro “La
embajada a Tamorlán. Relato del viaje
hasta Samarcanda y regreso (1403-1406). “
La comitiva parte el 21 de mayo de 1403 del Puerto de
Santamaría y cubrió Tánger, Málaga, Cartagena, Ibiza, Messina, donde casi
naufragaron a causa de una tormenta.
Su siguiente escala fue la isla de Rodas, donde tuvieron
noticias de la sumisión del sultán de Egipto a Temur y de la inestabilidad del
territorio turco, lo que desaconsejaba desembarcar en la zona. Ante ese peligro
latente, siguieron en la mar y pusieron rumbo hacia el estrecho de los
Dardanelos. A finales de octubre anclaron frente a Constantinopla, y poco
después fueron recibidos por Manuel II en su palacio. Clavijo relata sus
visitas durante días a monumentos como la iglesia de Santa Sofía o el antiguo
hipódromo.
Rodas, Chíos,
Gallípoli, Pera, Constantinopla, Kerpe, Sinópolis, Girisonda, Trebisonda —donde
empezó el viaje por tierra el 11 de abril de 1404—, Arzinjan, Erzurum, Aunique,
Khoy, Tabriz, Sultaniyah, Teherán, Damogan, Andkhuy, Valque, Termez, Kesh, y
Samarkanda (adonde llegó el 8 de septiembre de 1404); y volvió el 21 de
noviembre de ese año, por Bukhara.
Más de un año después de partir de Cádiz llegarían a la gran
urbe de Tabriz, antigua capital de los once kanes mongoles, situada en Persia.
Y de allí proseguirían hasta Sultania, donde les recibió de manera amistosa uno
de los hijos de Temur llamado Miran Shah, y Teherán.
La marcha continuaba, y los calores de aquellas latitudes
hacían mella en el séquito. Páez, Salazar y varios hombres de la escolta enfermaron.
Poco a poco se acercaban a su objetivo,
ayudados por el eficaz servicio de postas y caballos descansados que poblaba
todo el imperio de Temur. En cualquier caso, el clima extremo siguió
mortificando a la embajada, y Salazar no pudo aguantar más. Falleció el 26 de
julio en Nishapur, en el Irán actual.
La comitiva no se detuvo, y a finales de agosto alcanzó la
ciudad natal de Temur, Kesh. En septiembre divisarían la capital del imperio
más poderoso de Asia, Samarcanda, objetivo de todo el viaje. Habían tardado un
año, tres meses y un día en llegar hasta allí.
La intención original de Clavijo era la de encontrarse con
Tamerlán en Medio Oriente, quizás en Turquía o Siria, pero Tamerlán había
decidido volverse a Samarkanda después de una campaña de siete años, para
prepararse para la inminente invasión de China. Clavijo tuvo, pues, que
perseguir a Tamerlán en su continua vuelta a casa y —afortunadamente para la
historia— tuvo que seguirle hasta Samarkanda, convirtiéndose, sin duda, en el
español que hasta entonces más lejos había llegado, y casi con toda
probabilidad en el primer “Embajador” de Europa en Asia.
Samarcanda era una de las maravillas de su tiempo; el color
azul, el favorito de los tártaros, aparecía en muchas fachadas de palacetes y
casas señoriales. Las mezquitas y sus cúpulas eran grandiosas, y algunos
jardines rivalizaban con los de la antigua Mesopotamia.
Los embajadores sólo tienen ocasión de testimoniar cómo era
el imperio reunido por Tamorlán en su período final, pues, el emperador
oriental prepara la marcha para la invasión de China. El periodo último de su
gobierno, que es el que han conocido y cuentan los embajadores, es de una gran
brillantez.
Durante cerca de dos meses y medio, González Clavijo y sus
compañeros residieron en la fastuosa Samarcanda agasajados por el trato de sus
gentes, sus exquisitos palacios plagados de oro, sedas, exóticas maderas etc.
Suntuosos ceremoniales dejaron huella en los embajadores, fascinados por el
trato que se les dio y por las maravillas que allí contemplaron
La embajada de Clavijo fue, diplomáticamente, una iniciativa
sin mayores consecuencias y de resultado incierto. Tamerlán, que en un
principio recibió con grandes honores a Clavijo, estaba dedicado a preparar la invasión
a China, lo que le obligó a ignorar a los embajadores al término de su visita.
La crónica de Clavijo describe en gran detalle, no solamente
el viaje en sí, los lugares y ciudades por los que pasó y su historia, sino que
incluso resulta ser un documento de gran interés histórico sobre Tamerlán y su
entorno. Son de destacar las descripciones detalladas de ciudades, en
particular la Constantinopla todavía cristiana, las de las dieciocho fiestas
con las que fue agasajado en Samarkanda, las vestimentas de las cortesanas y
del propio Tamerlán, la boda del nieto de Tamerlán Ulug Beg, el bazar... El
relato es el único testimonio europeo del lujo de esa Corte, y base de la
leyenda de Samarkanda. Las maravilladas descripciones de una jirafa —vista por
primera vez— y de una batalla de elefantes son joyas de la narrativa medieval española.
Tamerlán (unión de Timur Beg o Bey —señor de hierro— y Leng
—el cojo—, aunque Clavijo le llama respetuosamente Timurbec), quien después de
Genghis Khan fue el mayor conquistador de la región, creando el segundo mayor
imperio conocido hasta la fecha, fue un gobernante de gran habilidad
diplomática y militar, que conquistó gran parte de Asia y el Medio Oriente y se
convirtió, en el Oeste, en el azote de Bayaceto. Su temeridad, sabiduría y
hasta crueldad eran legendarias; se cuenta que construía pirámides con las
cabezas cortadas de aquellos habitantes de ciudades que no se rendían enseguida
al aparecer él con sus huestes. En la propia carta que Tamerlán envió a Enrique
III describía con detalle cómo “obligó a sus enemigos vencidos a tragar sus
espadas”. Además, sólo unos meses antes, Tamerlán había pasado a cuchillo a
todos los caballeros de la Orden de Rodas que defendían Esmirna, después de
haberse negado por segunda vez a rendirse. No deja de asombrar el coraje de
Clavijo al adentrarse en los territorios de tan temible guerrero. De hábitos
nómadas, hizo, sin embargo, que Samarkanda y otras ciudades deslumbrasen a sus
visitantes por el esplendor y majestuosidad de sus edificios —palacios,
madrazas o escuelas coránicas, mezquitas, mercados, construidos con
artesanos y arquitectos traídos de los territorios que conquistaba.
EL FINAL
El brusco final a la embajada de Clavijo –los tártaros
adujeron mala salud de su señor– sorprendió a todos, e impidió que se
consiguiera un tratado o alianza práctica con Temur, algo, por otro lado, casi
imposible, por cultura, lejanía y objetivos divergentes de ambos poderes.
El Imperio de Tamerlán sobreviviría un siglo a la muerte de
su creador aunque iría debilitándose gradualmente, hasta que en el año 1507 los
últimos representantes de su dinastía fueron derrotados por los uzbecos que hoy
dan su nombre a aquel territorio, Uzbekistán, de la que Samarcanda es la
segunda ciudad en importancia. En cuanto a Ruy Gonzáles de Clavijo y Gómez de
Salazar en su vuelta hacia Castilla, los embajadores tuvieron un grave
problema: la muerte de Temur en marzo de 1405. Eso llevó al desmembramiento de
su imperio y a luchas sucesorias entre sus herederos. Entre febrero y agosto de
1405 estuvieron retenidos en Persia, donde además fueron también saqueados. En
octubre lograron llegar a Constantinopla, y navegaron hasta Venecia y el 30 de
noviembre llegaban a Sicilia. A lo largo
de diciembre tienen que sobrevivir a dos grandes tormentas hasta que el 3 de
enero de 1406 alcanzan el puerto de Génova y desde allí fueron a reunirse con el
Papa Benedicto XIII, en Savona–,. Al final, Clavijo llegó finalmente a Alcalá
de Henares el 24 de marzo de 1406, y firmó su crónica “Laus Deo” (alabado sea
Dios).
Tras su llegada a Castilla y su encuentro con el rey Enrique
III, Rui González Clavijo continuó al servicio del rey en la corte itinerante,
para finalmente morir en Madrid el 2 de abril de 1412. Actualmente sus restos
mortales descansan en la Real Basílica de San Francisco el Grande. Se derribó
este sepulcro para poner en su lugar el de la reina doña Juana, mujer de
Enrique IV. Esta capilla fue finalmente demolida en 1760.
Hoy se encuentra una placa conmemorativa en la parte inferior de la plaza de la Paja.
El sucesor y nieto de Tamerlán Ulug Bek, construyó un observatorio astronómico en las afueras de Samarcanda y en la decoración interior de sus muros aparecen los embajadores castellanos rindiendo pleitesía a Tamorlán.
Más recientemente en el año 2004 se inauguró en la propia ciudad de Samarcanda una gran avenida dedicada a este gran aventurero, el interés por Ruy González de Clavijo sigue hoy en día vivo en Uzbekistán.
Finalmente, con el ocaso de la ruta de la seda y las especias, al descubrirse casi un siglo más tarde la ruta del mar por Vasco de Gama, Asia Central perdió el interés geoestratégico, del cual había gozado durante los siglos anteriores.